Rita arrancaba el aplauso en el escenario más improvisado. Algunos la piensan cuerda, con una locura escapada de todo encasillamiento dado por el comportamiento común, caminó las calles, disfrutó e hizo disfrutar de la sonrisa y la carcajada al viento.
Su popularidad llegó hasta la composición musical y se inmortalizó su andar en voces prestigiosas a ritmo bien cubano, no solo con la comodidad del homenaje sino con la controversia que acaparó atenciones más allá de la ciudad adoptiva.
Alegró con su contagio las calles de la ciudad, en su andar dejó sus huellas en el río de Bayamo al disfrutar en las tardes de sus aguas. Muchos recuerdan con encanto aquellos agradables espectáculos al pasar en el entonces callejón del reparto Ciro Redondo donde vivió; los niños de la época gozaban y bailaban junto a ella. Algunos quizás piensen que nunca existió, que fue el imaginario popular el que necesitaba un personaje así y se le inventó para llenar un vacío, pero lo cierto es que vivió 96 años fiel a su terruño, quizás como un caballero de Paris.
El 17 de julio de 1979 el hogar de ancianos de Bayamo fue su casa y allí convivió sus últimos 14 años, y a decir de una trabajadora del lugar, fue la alegría del hogar, con su carisma contagiaba a los abuelos y a todo el que la conoció.
En la actualidad se encuentra una escultura suya en el Museo de Cera de esta ciudad.
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